|
Helmut Newton |
Me gusta el sexo sucio, kinky. Que me des bofetadas en la cara, me escupas, me hagas una lluvia dorada -¡que acto tan íntimo!- que me folles a cuatro patas, me pasees con cadena y collar, como a una perra. Me gusta comportarme en la cama como una auténtica zorra -contigo-, que me llames zorra, y puta. Me erotiza llevar las braguitas de tu amiga-amante, escupirte, abofetarte, besarte. Lo disfruto -lo gozamos- y te lo permito porque te miro, y me miras con ¡tanto deseo!, ¡tanta lujuria! (tu rostro a ratos transformado por el instinto animal, a ratos mirándome con esa carita tuya guapa de niño travieso). Te lo permito, porque después me mimas, me das besos tiernos y me llamas cariño, me acaricias, y te acoplas a mi espalda en íntimo abrazo. Y buscas mi contacto mientras dormitas... Te lo permito, porque dejas tu bestia para la cama.
Y al carajo con aquellxs que cuestionan mis conductas sexuales. Porque las disfruto, me llevan a espacios sumamente placenteros no ya solo físicos, sino emocionales. En estos términos, me importa una mierda que me digas -si me estás leyendo- que mi sexo está condicionado por el falocentrismo y el heteropatriarcado. ¿Te crees que no lo supe antes tú? ¿que no me lo he cuestionado una y mil veces? ¿que no me he hecho todas estas preguntas desde mi femineidad, desde mi Ser-mujer? ¿que me siguen surgiendo las mismas dudas una y otra vez? De todos modos, ¿quien te ha otorgado a tí el mazo de juez para cuestionarme? Te interpelo a tí, exacto a tí, que me lees. Para decirte, que no me gusta que me lo haga cualquiera. Me gusta que me lo hagas tú, mi ocasional, quizá perdurable amante. Porque lo haces -me lo haces- desde el más auténtico y genuino respeto.
¡Así que deja de joder! Me lo permito, porque han sido demasiados años de despropósitos relacionales, absolutamente inhibida con respecto a mi sexualidad, triste, condicionada por mi carácter, mi educación católica y mi entorno conservador, a quien yo creí tenía que dar cuentas.
Follemos, porque un día decidí fuera máscaras, decidí que lo quería todo. Ser ángel y demonio, compañera, puta, amante ocasional, follamiga... Sexo guarro y gotas de intimidad profunda entre sábanas, y fuera de ellas. Me lo permito -de nuevo me dirijo a tí, que me lees- porque de este modo cada vez me parezco más a mi misma. Yo que soy roja, putona con ética, y feminista.
(Los cambios nacen de la experiencia.)